miércoles, 17 de octubre de 2018

dos mil uno


Se acerca diciembre. Eso pasa cada doce meses, inexorablemente, podríamos decir. Sin embargo, bajo la piel de este diciembre palpitan otros, algo lejanos, pero a los que se les puede tomar el pulso y constatar su vida mediante sus latidos, lejanos pero regulares. Si uno para la oreja, si uno acerca la cara al asfalto, si uno trata de indagar en el viento, lo siente. 
"A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos", escribió alguien con maestría. Quién sabe. Más allá de que este diciembre caliente que se asoma no sea un segundo hemisferio calcado del primero, hay semejanzas. Y también certezas: hemos aprendido algunas cosas. Esta vez, trataremos de equivocarnos menos; es decir, de acertar más.

Porque esta vez diciembre deberá ser definitivo e irrevocable.


***



dos mil uno

En los últimos días de aquel año,
esta calle era más ancha.
Entonces sobresalían rieles, adoquines.
Y había una casa. Y su escalera interminable.
En esa calle, en esa casa
viví.

Camino con mi hijo de la mano. Tal vez
él no escuche cómo tose su canción ahora mismo
el Polaco Goyeneche, ni vea el humo subiendo por Caseros. Sé
que en esta calle caminé con otros.
Y quién sabe dónde, ahora... Pero entonces
tirábamos piedras a caballos, y acertábamos.
Con otros sumé tablones a una hoguera
que derritió el asfalto para que asomen viejas vías.

Mi pibe mira indiferente esa escalera interminable, me tira de la manga.
(Acá subí de dos en dos; acá, también, cuesta abajo,
cargué en un flete, solo, mi cama alguna vez.)
En esa calle en que hubo un sacramento de gases, perdigones,
mi hijo me reclama que sigamos viaje; que por qué me quedé ahí,
como estaqueado. Y yo
miro callado esta vidriera de quiniela, la memoria,
sin saber muy bien qué número buscar.
(Acá viví, acá
gasté mis desvelos; acá le pedí fiado a la suerte, algún diciembre;
acaso para que pueda guiarme, ahora, un crío de la mano,
como de la mano íbamos entonces con otros,
improvisando canciones y banderas;
acaso,
para que estés nacido).

Caminamos, nomás. 

Mariano Garrido

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