Mostrando entradas con la etiqueta Cuba. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Cuba. Mostrar todas las entradas

martes, 9 de agosto de 2016

Fidel y las puertas de la Historia







“Dirán exactamente de fidel/ gran conductor el que incendió la historia etcétera/ pero el pueblo lo llama el caballo y es cierto/ fidel montó sobre fidel un día/ se lanzó de cabeza contra el dolor contra la muerte”. Así comienza el poema en que Juan Gelman talla en la hoja el contorno de ese gigante que es Fidel. Así comienza el poema, y Fidel no termina.

Noventa veces Fidel; el que la CIA quiso matar cien veces y no pudo; el que asaltó cuarteles de la tiranía; el que desde prisión lanzó su alegato y prometió volver… y lo hizo. El que peleó en el monte y en el llano; el que condujo a la victoria a su pueblo y logró la derrota del imperialismo en suelo americano.

El que cantaron los poetas y saludan los pueblos.

“Historia agranda tus portones/ entramos con fidel con el caballo”.

***



Canto a Fidel




Vámonos,

ardiente profeta de la aurora,

por recónditos senderos inalámbricos,

a liberar el verde caimán que tanto amas.

Vámonos.

Derrotando afrentas con la frente

–Plena  de martianas estrellas insurrectas–

juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte.

Cuando suene el primer disparo y se despierte,

en virginal asombro, la manigua entera,

allí a tu lado, serenos combatientes,

nos tendrás.

Cuando tu voz derrame hacia los cuatro vientos:

Reforma Agraria, justicia, pan, libertad,

allí a tu lado, con idénticos acentos,

nos tendrás.

Y cuando se llegue al final de la jornada

(la sanitaria operación contra el tirano),

allí a tu lado, aguardando la postrer batalla,

nos tendrás.

El día que la fiera se lama el flanco herido

donde el dardo nacionalizador le dé,

allí a tu lado, con el corazón altivo,

nos tendrás.

(No pienses que puedan menguar nuestra entereza

las decoradas pulgas armadas de regalos;

perdimos un fusil, sus balas y una peña.

Nada más).

Y si en nuestro camino se interpone el hierro,

pedimos un sudario de cubanas lágrimas

para que se cubran los guerrilleros huesos

en el tránsito a la historia americana.

Nada más.



Ernesto Che Guevara; 1956



***



A Fidel



Fidel, Fidel, los pueblos te agradecen
palabras en acción y hechos que cantan,
por eso desde lejos te he traído
una copa del vino de mi patria:
es la sangre de un pueblo subterráneo
que llega de la sombra a tu garganta,
son mineros que viven hace siglos
sacando fuego de la tierra helada.
Van debajo del mar por los carbones
Y cuando vuelven son como fantasmas:
se acostumbraron a la noche eterna,
les robaron la luz de la jornada
y sin embargo aquí tienes la copa
de tantos sufrimientos y distancias:
la alegría del hombre encarcelado,
poblado por tinieblas y esperanzas
que adentro de la mina sabe cuándo
llegó la primavera y su fragancia
porque sabe que el hombre está luchando
hasta alcanzar la claridad más ancha.
Y a Cuba ven los mineros australes,
los hijos solitarios de la pampa,
los pastores del frío en Patagonia,
los padres del estaño y de la plata,
los que casándose con la cordillera
sacan el cobre de Chuquicamata,
los hombres de autobuses escondidos
en poblaciones puras de nostalgia,
las mujeres de campos y talleres,
los niños que lloraron sus infancias:
ésta es la copa, tómala, Fidel.
Está llena de tantas esperanzas
que al beberla sabrás que tu victoria
es como el viejo vino de mi patria:
no lo hace un hombre sino muchos hombres
y no una uva sino muchas plantas:
no es una gota sino muchos ríos:
no un capitán sino muchas batallas.
Y están contigo porque representas
todo el honor de nuestra lucha larga
y si cayera Cuba caeríamos,
y vendríamos para levantarla,
y si florece con todas sus flores
florecerá con nuestra propia savia.
Y si se atreven a tocar la frente
de Cuba por tus manos libertada
encontrarán los puños de los pueblos,
sacaremos las armas enterradas:
la sangre y el orgullo acudirán
a defender a Cuba bienamada.



Pablo Neruda

de Canción de gesta; 1960



***



Ronda de la fortuna

 

Fidel tiene fortuna,

una sola fortuna:



estar,

entre nosotros,

por un mundo mejor.



Qué fortuna mayor.



Fidel,

sin odio y sin hiel,

abre muros

y ventanas.



Fidel



Fidel tiene fortuna,

una sola fortuna,

la fortuna de ser



Fidel



Nancy Morejón; 2006



***



Su presencia

Su nombre es un verbo: sea el día
y sean las noches. Nadie puede resumirlo,
no se dedica un poema directamente a él,
ni una pieza recién hecha, ni una fábrica.
Es un padre, pero todos lo vemos como el mejor
de los hermanos, el amigo más alto.
No se le dedica directamente cosa alguna
pero cada hombre del pueblo moriría por él
en cualquier circunstancia.





Virgilio López Lemus

En El pan de Aser; 1987

sábado, 2 de enero de 2016

Cuba, Retamar: con las mismas manos



Roberto Fernández Retamar anda pisando la tierra desde hace unos ochenta y cinco años. Tal vez hace tantos que sea poeta. Desde hace más de medio siglo, incansable trabajador en una de las más maravillosas experiencias culturales que dio la generosa Cuba revolucionaria, como es la Casa de las Américas. Poeta de voz clara y sobria, ensayista filoso, estudioso de la Lengua y la Literatura, y creador de ellas.
El que canta a los que "marcharon entre armas a la gloria" no se refugia en ningún gabinete cuando la revolución llama a la puerta; el que escribe del "trabajo elemental de los hombres elementales", también está a su lado compartiendo su "agua silvestre", su mismo sudor, en el trabajo voluntario.
La Revolución Cubana, tan grande ella, nos ha regalado el ejemplo y la esperanza de que en este desolado y dependiente costado del planeta también podemos hablar de rebeldía y socialismo, y triunfar. Y por si esto fuera poco, nos ha regalado poetas. 

Cuba, Retamar; poesía y revolución, hechos con las mismas manos.

***

Con las mismas manos de acariciarte estoy construyendo una escuela...

Con las mismas manos de acariciarte estoy construyendo una escuela.

Llegué casi al amanecer, con las que pensé que serían ropas de trabajo,
Pero los hombres y los muchachos que, en sus harapos esperaban
Todavía me dijeron señor.
Están en un caserón a medio derruir,
Con unos cuantos catres y palos: allí pasan las noches
Ahora, en vez de dormir bajo los puentes o en los portales.
Uno sabe leer, y lo mandaron a buscar cuando
supieron que yo tenía biblioteca.
(Es alto, luminoso, y usa una barbita en el insolente rostro mulato.)
Pasé por el que será el comedor escolar, hoy sólo señalado por una zapata
Sobre la cual mi amigo traza con su dedo en el aire ventanales y puertas.
Atrás estaban las piedras, y un grupo de muchachos
Las trasladaban en veloces carretillas. Yo pedí una
Y me eché a aprender el trabajo elemental de los hombres elementales.
Luego tuve mi primera pala y tomé el agua silvestre de los trabajadores,
Y, fatigado, pensé en ti, en aquella vez
Que estuviste recogiendo una cosecha hasta que la vista se te nublaba
Como ahora a mí,
¡Qué lejos estábamos de las cosas verdaderas,
Amor, qué lejos -como uno de otro!
La conversación y el almuerzo
Fueron merecidos, y la amistad del pastor
Hasta hubo una pareja de enamorados
Que se ruborizaban cuando los señalábamos, riendo,
Fumando, después del café.
No hay momento
En que no piense en ti.
Hoy quizás más,
Y mientras ayude a construir esta escuela
Con las mismas manos de acariciarte.


***

El otro

Nosotros, los sobrevivientes,
¿A quiénes debemos la sobrevida?
¿Quién se murió por mí en la ergástula,
Quién recibió la bala mía,
La para mí, en su corazón?
¿Sobre qué muerto estoy yo vivo,
Sus huesos quedando en los míos,
Los ojos que le arrancaron, viendo
Por la mirada de mi cara,
Y la mano que no es su mano,
Que no es ya tampoco la mía,
Escribiendo palabras rotas
Donde él no está, en la sobrevida?

1 de Enero de 1959


***

Que veremos arder
 

A Marcia Leiseca, conversando
Hacia la Plaza de la Revolución


Abel derramó su sangre en el comienzo.
No lo siguieron más que los humildes, los olvidados.
Y, luego de andar sobre el mar,
Quedaron doce, y todo empezó de nuevo.
Bajaron con barbas al romper el año,
Y tuvieron discípulos sobre la vasta tierra.
Esto lo sabía ya el libro.
Pero los símbolos que ellos hicieron
No tenían libro: los que hicieron las cosas
No tenían nombres, o al menos sus nombres
No los sabía nadie. Las fechas que llenaron
Estaban vacías como una casa vacía.
Ahora sabemos lo que significan Cuartel Moncada, 26,
Lo que significan Camilo, Che, Girón, Escambray, octubre.
Los libros lo recogen y lo proponen.
El viento inmenso que lo afirma barre las montañas
y los llanos
Donde los que no tienen nombre,
O cuyos nombres no conoce nadie todavía,
Preparan en la sombra llamaradas
Para fechas vacías que veremos arder.


Roberto Fernández Retamar; 
en Con las mismas manos, 1962


https://www.youtube.com/watch?v=cPXYOPwo7j8
(Click aquí para abrir el enlace del recital de poesía y trova)


sábado, 11 de abril de 2015

Miguel Barnet: destellos y estruendos en la noche






Que la poesía nos oriente allá en lo alto como a nuestros antepasados, marineros de la noche (todos tenemos alguno en nuestra genealogía), o que en la noche nos sobresalte haciendo sonar sus palmas acá abajo, no es cuestión de suerte, ni de gustos. El metrónomo corre o se desliza sin perder el compás. Y la poesía está ahí, para endulzarnos un oído en un murmullo o para aullar y raptarnos de nuestro letargo. Y todo a una vez.

Miguel Barnet, es un ejemplo. Cubano. Fiel a su revolución, crítico de su realidad. Un poco antropólogo, otro tanto historiador, y novelista y crítico de arte. Y un mucho poeta. Con una pluma nos trae a la hoja retazos de una Cuba que ilumina, pero que también a veces duele y  parecía enterrada para siempre; y lo hace sin solemnidad ni tampoco estridencias. Con otra pluma, o la misma, canta al Che, a Fidel, o al incalculable Nazim Hikmet.


Que la palabra nos oriente y nos despierte, Miguel. Es decir, que sea poesía.


***


Hijo de obrero,

trabajaba en ocasiones como auxiliar de cocina

en hoteles de lujo.

Usaba para su trabajo ropa corriente,

sus manos gruesas y jóvenes mostraban

algunos signos delatores

y sus ojos no sostenían la mirada hacia ningún punto.

Caída la noche del sábado,

le entraban deseos de una extraña voluptuosidad

mezclados a un sentimiento que él sabía mezquino.

Todo lo que durante la semana había visto

en las tiendas de moneda convertible

se volvía una obsesión: un blue-jean de etiqueta tejana,

unas gafitas redondas, una camisa de seda

que jamás se exhibía en vitrinas.

Para lograrlo vendía su cuerpo al primer postor

sin distinción de sexo, desde luego,

lo importante era la pieza, la quimera soñada,

el blue-jeans.

Como Kavafis, me pregunto si en los tiempos antiguos

poseyó Alejandría un joven más bello,

más perfecto que él.

No quedó estatua suya, ni óleo, ni siquiera

una vulgar fotografía,

arrojado al olvido, acabó penosamente

devorado por una enfermedad

que fue el azote del siglo.

Lo recuerdo en una calle de La Habana

preguntando la hora

a un reloj asesino.



Miguel Barnet;

en Actas del final, 2000.







Nazim



Pensándolo bien

su rebeldía fue apenas

un momento de tomar la palabra

(fechas, cartas del exilio,

amores deshechos en la yerba)



Ahora

mientras él se cubre el pecho de la lluvia

yo me pregunto

qué nueva dirección tomarán sus versos

tan mezclados ya de tierra.



Miguel Barnet;

en Carta de noche, 1982

visitas