En los bordes de nuestra tierra hay, todavía,
desaparecidos. Los perpetuamente secuestrados por la dictadura cívico-militar,
desde ya. Pero también los que nos legó una democracia de cartón pintado en la
que no solo es posible que el país de las vacas produzca guachitos con anemia.
No; también aquí puede que un testigo que declare contra represores sea
secuestrado por segunda vez, que un pibe que se niegue a robar para la policía
se transforme en un muerto enterrado como NN, o que un manifestante sea
arrastrado por gendarmes en la estepa para no ser visto nuevamente. Y todo esto
puede ocurrir con el consenso de una porción nada despreciable de la población.
La fuerza que debe custodiar las fronteras
nacionales es la responsable de apalaear y tirotear rutinariamente a los
habitantes ancestrales de esta tierra. Esa misma fuerza, que es la denunciada
por la desaparición forzosa de Santiago Maldonado desde el 1 de agosto, en
Cushamen, Chubut, es la encargada de investigar el caso, de investigarse. La
podredumbre asciende, cada vez más a la vista, desde el subsuelo patagónico,
sus latifundistas, y sus matones verdeoliva a sueldo, hasta la misma casa de
gobierno.
Paradojas. Sinsentidos. Cosas que ocurren en la
frontera. Allí, donde limitan las estancias de los ricos entre los ricos con el
pueblo mapuche y sus casillas rudimentarias. En ese límite que los mercenarios
sin patria y renegados de su clase van corriendo cada vez más; ese que cuidan celosamente del pueblo que lucha,
justamente, por su lugar en esta tierra.
***
Desaparecido II
Yo no soy y soy ninguna parte.
Yo no puedo y lo que puedo es nada.
Yo no estoy.
Apenas una sílaba pero en verdad más nada.
Un tiempo ayer, ceniza.
Viento por todas partes. No entro ni salgo,
Yo no puedo y lo que puedo es nada.
Yo no estoy.
Apenas una sílaba pero en verdad más nada.
Un tiempo ayer, ceniza.
Viento por todas partes. No entro ni salgo,
yo no digo buenas noches, no beso,
no
utilizo sombrero,
porque jamás. Y soy ninguna parte.
porque jamás. Y soy ninguna parte.
Se terminó –dijo la vida de un
portazo- y yo
no vuelvo y cuando vuelvo quedo a mitad de camino.
No puedo y si pudiera es casi o menos que eso,
apenas una fecha en el papel ajado de tus labios.
no vuelvo y cuando vuelvo quedo a mitad de camino.
No puedo y si pudiera es casi o menos que eso,
apenas una fecha en el papel ajado de tus labios.
Allá van las barajas de mano en
mano y estos
dados de sangre rodando a la deriva.
Yo sueño si me sueñan.
Pero a veces escucho; hay una voz,
me sabe de memoria.
dados de sangre rodando a la deriva.
Yo sueño si me sueñan.
Pero a veces escucho; hay una voz,
me sabe de memoria.
Hay un nombre tan cerca que dan
ganas de usarlo.
Jorge Boccanera,
de Polvo para morder;
1986