"La poesía es el hondo susurro de los asesinados", define el poeta desde el propio verso. No viene mal recordarlo.
En la misma semana en que el poder mediático y político de los que mandan desde siempre recarga el discurso y carga a los bastonazos, respectivamente, contra senegaleses, peruanos y criollos pobres que venden baratijas en las veredas de un barrio castigado como pocos por la exclusión, en el sur se arremete contra los mapuches, también pobres. A unos se los acusa por su ilegalidad y extranjería. Esto basta para que sean apaleados con toda justicia. A otros se los acusa de terroristas, y también, de paso, de extranjeros. En ambos casos, los acusados son los garroteados.
Pocos son los que alzan la voz señalando que, si hablamos de extranjería, hay un empresario italiano que posee un millón de hectáreas en la Patagonia, compradas a precio vil, y es justamente el principal beneficiario de la brutal represión, balas de plomo mediante, a los pobladores mapuches.
Y, si de alzar la voz se trata, ¿puede la poesía mantenerse inmaculada ante tanta salpicadura de sangre pobre? ¿Qué piensan los poetas de hoy ante las balas que silvan del otro lado de las ventanas? ¿Subirán el volumen en sus dispositivos de audio, pedirán que su atalaya sea diez metros más alta para que el humo de las gomas quemándose no irrumpa en sus salones, pondrán persianas más gruesas para que la realidad no interfiera y se entrometa en sus estudios?
Elicura Chihuailaf. Poeta mapuche, lo mismo da para el caso que haya nacido de aquel lado de la cordillera. Es la misma vaina cuando de tirotear pobres se trata.
La poesía, el hondo susurro de los asesinados -nos dice- resiste entre el pueblo pobre. En un puño cerrado, o en la piedra que asoma en una honda, cuando no hay otra manera de resistir a los asesinos, a los dueños de todo y a sus zorros que van cruzando los campos.
***
Mi padre y yo solemos charlar hasta la
madrugada
bebiendo el vino de la pena
bebiendo el vino de la pena
y la esperanza
¿Alguien puede evitar el otoño del oeste?
me dice
los ríos van perdiendo su profundidad
el caudal de la sabiduría
y comienzan a añorar el silencio
de sus bosques
Nosotros pensamos en el hijo, el hermano
aún en el exilio
Hablamos de luchar, mientras los zorros
cruzan gritando nuestros campos
¿Alguien puede evitar el otoño del oeste?
me dice
los ríos van perdiendo su profundidad
el caudal de la sabiduría
y comienzan a añorar el silencio
de sus bosques
Nosotros pensamos en el hijo, el hermano
aún en el exilio
Hablamos de luchar, mientras los zorros
cruzan gritando nuestros campos
Mi padre y yo, envejecidos
ahora nos miramos entre lágrimas.
ahora nos miramos entre lágrimas.
Elicura Chihuailaf
En De sueños azules; 2008