Dice la contratapa de Trelew. Una ardiente memoria: "Un libro sobre el 22 de agosto en Trelew nos demanda seguir buscando el
destino de nuestras luchas, aun de nuestras derrotas en los pliegues de
la misma lucha. Sin tregua nos impulsa a no quedar atrapados por la
melancolía que hiere, por la soledad que nos detiene y nos hace rumiar
las penas y justificarnos en los fracasos."
Simplemente, eso. Un libro sobre Trelew hoy no es un anacronismo ni un regodeo en la nostalgia. Es una necesidad en un mundo que sigue pretendiendo exterminar el futuro.
Editado con esfuerzo militante, y con un resultado extremadamente profesional, bajo la atenta mirada de Vicente Zito Lema.
Historia, vida, lucha, artes plásticas y poesía. Y en un mismo libro, mal que les pese a los taxonomistas de la lectura.
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Poema donde Rubén Pedro Bonet escribe a sus hijos
Los que lo conocieron pueden atestiguar
que era un duro militante.
Igual lo saben sus torturadores
que no lograron sacarle una palabra.
Pero también es bueno que se recuerde
que su última carta la escribió a Hernán y Mariana
sus hijos de 5 y 4 años.
Recién llegado al penal de Rawson
les contó cómo había viajado desde Buenos Aires.
Primero en un camión de celdas sin día y sin noche
y luego en un avión esposado al asiento.
Pero él lo decía como si fuera
una hermosa aventura en la Malasia
-no se olviden de que era para sus hijos-.
También les contó que en el penal hacía frío
pero que a él tanto frío le gustaba
y que fumaba y que leía y que tenía en la pared
de su celda pegada la foto de Hernán y de Mariana
junto a la de Carlitos Chaplin.
Les pedía a sus hijos que lo vinieran a visitar
si era posible para el 9 de julio.
Que no faltaran a clase y que le contestaran la carta.
Como Hernán y Mariana no sabían escribir
le enviaron sus dibujos
donde el duro militante tenía en vez de manos raíces
y un alto sombrero de payaso.
El día que se fugó del penal
se ató del cuello una carterita de cuero marrón
con las fotos de sus hijos la de Chaplin y los dibujos
y aún la llevaba cuando lo asesinaron
en la base naval
bien cerca del mar y de una playa
con enormes negras gaviotas.
Vicente Zito Lema (1974)
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La imagen congelada
Nunca escribí sobre Trelew; mejor dicho, sobre su masacre,
la masacre travestida de fuga,
la base de Marina sobre la que nevaron, en vez de copos,
coágulos.
Trelew es su aeropuerto,
es la ciudad menos turística, más real, en el valle inferior
del río Chubut,
es el polo textil donde sólo descansan las ovejas, las ruecas
no descansan,
es el Mimosa de cuyas velas se descuelgan unos galeses locos
destetados de Europa,
es 28 de julio de 1865, el siglo XIX a plena voz,
es ‘Tre’, pueblo en galés, y ‘Lew’, apócope de Lewis,
es el Pueblo de Luis, el Tre de Lewis,
es Lewis Jones tirando de la soga de una locomotora
imaginaria para que llegue el tren,
es el tren o caballo de vapor,
es el caballo de vapor que corre por las vías
tendidas sobre durmientes mapuches y tehuelches,
es mapuche y tehuelche lo que cruje por debajo de lo que sea
que duerme,
es el crujido de sus osamentas que aún se quiebran
y de su sangre que aún salpica,
es la memoria que el polo textil no puede hilar de las
tolderías deshilachadas,
es el 4 de junio de 2011, los berridos del siglo XXI,
es el Puyehue que ruge desde Chile y le echa a todo un manto
de cenizas.
Pero es, antes que nada, su masacre, su 22 de
agosto de todo el siglo XX.
Nunca escribí sobre la masacre, o sea, sobre Trelew.
No pude.
No se puede.
Dejo el espacio en blanco para que lo llene el porvenir.
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................................................. No, no lo
dejo, clavo
sobre el papel las cuatro chinches con la foto inmortal
de los diecinueve guerrilleros que se entregan en el aeropuerto
del que no pudieron escapar,
del que no pueden escapar,
la escena inenarrable en la que lo único que se
rinde son los brazos.
Los vemos: la mirada de frente, los camperones
cómplices de la noche invernal,
las armas en el suelo sólo por eso de los brazos,
mientras se escuchan cada vez más distantes
los motores del avión en que huyen los compañeros
que tuvieron la suerte.
Trelew entero se congela en esa imagen congelada.
En esa imagen congelada en la que están acorralados.
Acorralados pero vivos.
Y ahí congelo el poema,
a fin de que la Historia, cuyos pulsos difieren del humano,
les dé el margen –¿treinta mil siglos, años?–
de recoger las armas y volver
para escapar de una ciudad menos terrible, redescubiertos,
quizá azarosamente, en los estratos fósiles, entre ruinas
inciertas,
vestigio de las luchas por la transición al socialismo,
y hasta palabras raras, como ésa: Trelew.
¿Qué fue Trelew?
¿Qué querría decir en aquel tiempo?
Adrián Desiderato (2015)
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Por eso no morimos
“Su cadáver estaba lleno de mundo”
César Vallejo
“El rocío se secó rápido, aunque
volverá mañana.
Sólo el que cae en la tumba no
vuelve.”
Anónimo chino
Me refiero a ellos a nosotros mismos
ahora después de siempre
sin gesto ni ademán sin pose ni mueca
lo digo por mí pero no solamente
hablo por mí
hago alusión de la silueta y de lo interno
del lomo y las palabras
evoco a la cuchara del preso y a su caldo frío
a los horizontes encarnados al futuro nuestro
a sus batallas mías.
Somos ellos que somos nosotros
a la vez diferentes los mismos.
No hemos negociado la sangre
llamamos a la muerte por su nombre
verdadero salimos de las entrañas
de un volcán escarabajos de fuego
-los trapos con la estrella y el color
de nuestro suelo-
nosotros ahora después de siempre
nacimos en 1972 y en el monte tucumano
en el mar y en la Patagonia
en diciembre nos nacieron ellos mismos
y nos nacimos juntos en junio Avellaneda
y en el Escambray y en la Maestra
a todos nos nacieron.
Pero hoy mañana todo el siglo es Trelew
no hay agosto sin 22 ni Trelew sin revolucionarios
no hay calendario que olvide por cuenta propia
ni arena sin fósiles ni mar que no se junte
con otro mar después de todo.
Nada que pueda ser dicho es olvido.
Somos los brotes de sus cuerpos apilados
en una morgue de improviso en la base genocida
somos sus voces puérperas de un grito
somos sus caballitos de madera sus manos
sus vientres sus planes de fuga sus poemas.
Somos el buen amor a nuestro pueblo
obrero campesino originario desocupado
hambriento somos
el buen odio al enemigo nuestro.
Compañeros compañeras en ellos nosotros
con ellos somos
uno
muchos
todos.
Yo soy Trelew 22 de agosto
combatiente vos preso político
nosotros acribillados
todos rebeldes revolucionarios.
Soy Rubén Pedro Mariano Ana María
tengo 23 tengo 29 años
toda la sangre en su sitio el coraje
y la ternura soy este coraje soy esta revolución
me enamoro vuelvo no me fui no me van
somos hijos de ellos hermanos compañeros
vibrantes hojas de sus tallos
humanos tan humanos
vivos
ahora por siempre.
Hernán Boeykens (2015)
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Veintidós del ocho
“Nuestras derrotas lo único que
demuestran
es que aún somos pocos
los que luchamos contra la infamia”
Bertolt Brecht
Así será cada veintidós del ocho.
Será de madrugada en Trelew,
y será el mismo viento el que barrerá la meseta
amontonando la arena y los días. En los rincones ajados
de este mapa o de esta suerte,
los compañeros chamuyarán con el destino.
Parlarán acodados en sus catres, mano a mano.
Le coserán, de seguro, un rato antes de que llegue la
requisa,
un secreto dobladillo al alma. Harán, silbando con disimulo,
embutes en el cielo interminable de la estepa
o en pequeñas ratoneras. Como sea, darán,
eso es sabido, refugio indudable a la esperanza.
Practicarán postreras e imperceptibles inscripciones en los
muros,
ilegibles para los verdugos. Y finalmente saldrán.
De este lado de la boca del fusil,
los compañeros formarán frente a la celda
y caminarán sublevados y descalzos a la muerte.
Contarán los disparos en la noche, las estrellas
en el gris de este desierto.
(Muchachos generosos y sencillos:
esa verdad que gritan con sus días
es la patria que escriben con sus huesos.
Ustedes conversan el idioma del porvenir,
todo lo que quedó pendiente y hoy nos arde;
esa inalcanzable provincia que aún ansiamos, el mañana.)
Mariano Garrido (2015)