Carlos María Gutiérrez; poeta y periodista
uruguayo. En 1970 recibió el premio Casa de las Américas por su libro de poemas
Diario del cuartel. En 1958 había
entrevistado, en medio de la sierra, a Fidel, al Che y al resto de los
barbudos.
Dicen que la poesía y las prescripciones no
son amigas. Pero puede afirmarse sin miedo que todo poeta debería leer
obligatoriamente este libro. Como, también, todo periodista debería leer Los que luchan y los que lloran de Jorge
Ricardo Masetti. (No sólo los periodistas o los poetas: no se trata de lectura
para iniciados, necesariamente. Pero los que creen haberse iniciado,
necesariamente deberían dar cuenta de ellos). Gutiérrez también estuvo allí, en
la Sierra Maestra, para entrevistar a los revolucionarios; pisando barro,
esquivando plomo, eludiendo soldados. Sí; y de todo eso, todo periodista debería conocer –al menos y alguna vez- el barro en sus suelas para hablar de los que se
embarran.
Al igual que Masetti, Gutiérrez participó en
los inicios de Prensa Latina; de la misma manera, no mantuvo las ideas y
sentimientos lejos de la máquina de escribir, y los dejó que se mezclen,
felizmente. Militó en su país por una revolución como la que pensó el Che;
conoció la cárcel y el exilio. En ambos, por fortuna, escribió.
De su pluma es la letra inmortal, popular hasta confundirse con el anonimato, de la "Milonga del fusilado". Pese a esto, su trabajo rara vez es citado o publicado, aunque posea una admirable singularidad tanto en el plano periodístico como en
el estético.
(Los poetas, en general, no gustan del modo imperativo.
Pues bien; ante el aislamiento al que lo confina el mercado editorial, visítenlo. Abreviando: lean a Gutiérrez.)
***
visita
Esta mujer de cierta edad me mira
elige las palabras me alcanza un chocolate
el sargento ha traído las sillas de la guardia
y ella se sienta al sol
habla cinco minutos
calcetines de lana las naranjas son dulces Coca te
hizo un pastel
pero queda una hora todavía
el fusil M2 la pone triste
no sabe que esa caja verde sobre la mesa
se llama walkie-takie y nos escucha
es gente de otra época de familia sin presos
me susurra furtiva pese a todo
y el soldado se acerca a espiar su mensaje
por qué está mal planchada la camisa
esta mujer se calla
hay tan poco a decirse entre dos viejos
siempre hablaba con niños había pizarrones
cada mañana alguno le llevaba una rosa
en su escuela rural el sol no tenía horario
no había centinelas de M2 rastrillando
si el llanto la tentaba
siempre le era posible explicar los diptongos de
espaldas a la pena
y la tiza suplía las respuestas inútiles las pausas
esta mujer se esconde tras sus lentes oscuros
piensa algo remordida en el rato que falta
para el último ómnibus hacia Montevideo
no han puesto pizarrones
y hasta el sol es un préstamo de las Fuerzas
Armadas
esta mujer me mira buscando un niño antiguo
y sólo encuentra un hombre sucio y un poco enfermo
que se escapó del tiempo y que también se calla
esta mujer ojea su reloj pasó el plazo
han retirado el sol y se llevan la silla
¿quién era ese extranjero con la barba crecida
que se aleja renqueando entre dos centinelas?
esta mujer mi madre de pie lentes oscuros
con su niño cadáver podrido entre los brazos
Carlos María Gutiérrez;
En Diario
del cuartel, 1967