Época difícil. De esas de desfasado fin de siglo, de pretendido fin de la Historia, de supuesto sepulcro de la utopía. Época de desarme: ideológico y del otro. Sí, claro: época difícil.
Si la época fuese algo, una cosa; un mantel sucio (tal vez "impuro como un traje") por ejemplo, en alguna de sus arrugas, no del todo visible, estaría la poesía. Desde allí, en algún doblez imperceptible, se palparían ocultos unos versos, entre manchas y restos de saciedad ajena, aguardando.
Pero una época no es un mantel sucio.
La nuestra, pese a todo, está llena de pliegues y escondrijos desde los que se sigue aguantando el chubasco. Allí le hacemos lugar a la poesía, aunque no nos sobra nada, y parece que a veces ya no caben nuestros muertos. La Historia, de todas formas, desmiente a la Aritmética y a la Geometría, y los seguimos llevando con nosotros, en el lomo de los versos. Allí los cargamos; en uno a Darío, en otro a Maxi; a Carlos en el de más allá.
(En esta época, la que nos toca, Vicente Zito Lema se anima al anacronismo de hablar de una que es y pensar en una que alguna vez -tal vez- será. En esta época que tenemos, hay versos y personas que no esperan sentaditos a que lleguen el mañana y sus poetas.)
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Épocas
Hay épocas en que la poesía se espanta de las almas
benditas y de los espíritus sin mácula que cuentan
estrellas ante las sombras del río…
Hay épocas en que la poesía pierde la buena medida,
el buen tono, la buena contemplación, el buen amor,
el buen humor, la buena razón y el buen apetito
con que los cuerpos abren las puertas del destino…
Hay épocas en que la poesía llora en la noche
con lágrimas de niño y dice adiós a la belleza
sin estrépito, y corre hacia el infierno
con botas de gigante para sus pies deshechos…
Hay épocas en que la poesía no duerme
entre las sábanas almidonadas de la cultura,
debe buscársela sonámbula y a los tumbos, casi ciega,
entre tiros y gritos y pájaros de mal agüero,
en noticias policiales…
Hay épocas en que la poesía sólo conoce las prácticas
subversivas y los métodos piqueteros
(la cosa es: tomar por asalto el palacio de verano y
el de invierno,
o cortar las rutas o cubrir de humo negro el cielo,
o morir de pobre,
en la soledad del silencio,
como los elefantes mueren en los bordes de la selva.)
Entonces la poesía anda sin brújula, a saltos de mata,
de un lado a otro, del mar a la meseta, mientras el otoño
nos envuelve con su luz dorada
y sólo cambia que uno está más viejo…
Hay épocas en que la poesía se plantea una última cuestión:
¿Cuando lleguen los poetas del mañana,
los que anuncian la alegría,
tendremos algo más para recibirlos
que tumbas de inocentes sin justicia
y la moneda de la vida jugada a cara o cruz?
Vicente Zito Lema
“Épocas”. En Y otra vez las músicas, 2007.