martes, 2 de diciembre de 2008

Santoro y la justicia poética


De junio a abril caben muchos soles, muchas flores, muchos versos. Por ejemplo, versos con barro debajo de la suela, con laburantes que salen amargados de una cancha, con casas de lata y sus profusos pobladores. Poemas como los de Santoro, que vivió y amasó versos hasta que lo secuestraron algún junio.
En junio del '77, por ejemplo, habitan muchos fríos. Y de abril a junio, caben grises tardes, frescas lluvias, recios vientos. También poetas como Santoro, que había llegado en un abril, pero casi cuarenta abriles antes a aquel junio.
Hoy, que no es abril y que no es junio, desde una tarde con olor a tilos hay quien lo recuerda. Hay quien cree en la venganza del poema -y no es mentira- contrapuesta al anónimo verdugo, perdido, desdibujado, vergonzante. Y hay también quien cree en que esa justicia poética no alcanza; y más cuando se acerca otro abril sin que pueda estar Roberto, ni los versos que dejó por escribir.

Pero hay algo muy cierto: de abril a junio caben muchas lluvias (y poemas); de junio a abril caben muchas flores (y poemas).

Ningún verdugo habitará nunca la lluvia, ni la flor. Ni ningún poema.

***

Roberto Santoro, poeta

La luz, medrosa, se repliega
y las lágrimas ruedan por los pómulos
de la impotencia y la resignación.
Sólo eres un nombre en una lista.
Pero yo creo
en la venganza del poema.

No haya paz en la tumba del verdugo.


Antonio Requeni
(En la antología Amar al prójimo; 1996)

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