lunes, 7 de enero de 2008

Los niños, el imperio y la poetisa


Llueven bombas sobre los niños. El lugar, varía. El destinador de las bombas, casi nunca. Los destinatarios, poco (alguna leve o brusca diferencia idiomática; alguna tonalidad de piel, indefectiblemente no caucásica).

Ángela Figuera Aymerich (1902-1984), poetisa española, militante de la cultura y la palabra, además de defensora de los derechos de la mujer en una España poco menos que restauradora del medievalismo. Defensora de los derechos de la mujer desde una perspectiva clasista; vale aclarar esto último, y más hoy cuando gobiernos pro-oligárquicos encabezados por mujeres quieren presentarse como garantes de la igualdad entre los sexos; mientras tanto, siguen siendo gendarmes de privilegios ancestrales, incluidos los de género.

Aquí, Ángela le canta a los niños; a los de Vietnam, en este caso. Cambie usted, para nuestra tristeza, las coordenadas geográficas, y reedite este poema para cualquier lugar donde el imperio hoy sigue matando impunemente.

Las bombas siguen cayendo. Ángela sigue cantándonos. La resistencia sigue su curso.


***


Los niños

En el Vietnam hay niños. Nacen niños.
Traídos a la tierra cada día
por la corriente inextinguible
del poderoso amor, confiadamente,
osadamente nacen. Son pequeños.
Son dulces y dorados
como la piel del plátano maduro.
No saben nada, solo
vivir, y solo quieren
estar al sol, al beso y a la brisa;
beber amor por todos los sentidos;
comer, reír, llorar… Y enderezarse
como los tallos del arroz, primero;
luego, como los troncos de la selva.

Pero, en Vietnam, matar es la consigna.
Mirad y ved los niños aplastados,
acuchillados, rotos,
perforados, roídos,
quemados. Ved sus carnes
llagadas hasta el hueso,
las cuencas de sus ojos sin mirada.
(El yanqui escribe a la familia
y manda besos a sus pequeñuelos.)

Ángela Figuera Aymerich
(Del poemario Vietnam; 1968)

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