martes, 24 de marzo de 2020

24 de marzo: no hay perdón, no hay olvido



En días de pandemia, nos toca atravesar un 24 de marzo donde el pueblo no ganará las calles. En una reclusión que simula un exilio de bolsillo, presenciamos cómo esta crisis sanitaria nos debate entre la consolidación autoritaria de un sistema que provoca y propaga muerte, y la necesidad cada vez más nítida de superación histórica.

No hay valijas para acomodar ninguna pilcha y escapar a ningún lugar. No hay plan de evasión posible, salvo un salto adelante. "Ni a irse ni a quedarse, a resistir", escribió Gelman. Zafarse para seguir peleando, como miles de exiliados. 

Versos dedicados a los 30.000 que no están; a los que tuvieron que irse; a los que no dejaron de luchar. Al poeta Julio Huasi, y por su intermedio, a todas y todos ellos. A quienes haremos presentes como sea; cubriendo con nuestros pasos alguna plaza, o a los gritos desde cualquier ventanal.

Para los genocidas de ayer, para sus discípulos de hoy: no hay perdón, no hay olvido 

***


Menos que cero

“…recen ahora, dueños del mundo.”
Julio Huasi; “derrotas”


Una libreta con nombres tachados es menos
que una libreta en blanco.
Una foto en la que brotan cruces donde había rostros
inquieta más que un retrato vacío.
Pareciera que esta noche no habrá una multitud
cantando himnos al triunfo venidero, sino
una caravana atascada en la oficina de migraciones.
(Las valijas de casi todos llevan
libros, un reloj de algún abuelo
pero también calzoncillos gastados, jarabes,
un desafilado cortaúñas.
Y hasta hay quien metió en su baúl, entreverado,
un puñado de tierra. Ninguno porta,
por ejemplo,
la garúa de junio lustrando el empedrado,
ni el humo subiendo desde la hojarasca
en cierta ochava o desde la infancia, ni tampoco
retazos de atardecer alguno
frente a un río que también
es clandestino.)

En una habitación ocupada por una madre
que llora al hijo que no podrá enterrar
cabe más soledad
que en un cuarto vacío.

Julio no cambia de bandera,
pero marcha hacia el exilio.
Lleva una puteada entre los dientes; lleva
una libreta, una foto, una valija;
lleva el hueco que le dejan compañeros
cuyas madres los lloran en un cuarto.

Lleva todo eso. Va pechando él solito contra el resto
con un poco menos que nada.

  

Mariano Garrido
 

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