domingo, 3 de junio de 2018

Belleza y libertad. El canto humano de Nazim Hikmet.



Más allá del rito de la efeméride, pero más acá del olvido, podemos abrir la ventana y dejar entrar el aire frío que empuja junio por este lado del mundo. Y si prestamos nuestros oídos al viento, quizás podamos sentir en él alguna canción de Nazim, el poeta que vivió más tiempo entre barrotes y en el exilio que en libertad; el que sufrió como muchos y cantó como pocos al pan, al olivo, a su amada y su hijo ausentes, a los hombres y mujeres simples de los puertos y los mercados, a su patria lejana y negada; el turco que, un 3 de junio como éste, caminaba por las calles de Moscú cuando su corazón le dijo basta, justo a él que nunca dijo basta.
Cuando el enemigo pisa fuerte y campea el desánimo, uno no puede más que pensar en aquellos que, como Hikmet, cuando el naufragio parecía inevitable, izaron velas hechas de su coraje o su pellejo, y sigueron luchando y adelante, por más tempestades y cárceles y exilios que el destino les sembrara en su sendero.     

Hoy, que hace 55 años que aquel que hizo de la humanidad toda su patria, dejó para siempre sus huesos tan lejos de su tierra natal, y que en este sur del sur el frío clava sus astillas, cabe recordar sus versos a los milicianos españoles que defendieron Madrid de los fascistas. Cabe recuperar a este poeta que sembró olivos para que su sombra cobije a todos y a todas. Porque, al fin de cuentas, de eso se tratarán algún día la vida y la poesía: del generoso canto que, a un mismo tiempo, busque la belleza y la libertad del mundo todo. 


***



Nieva en la noche


Ni escuchar una voz del más allá
Ni poner en la trama de los versos
    las cosas inefables,
Ni andar como un orfebre tras la rima,
Las palabras preciosas y el estilo...

Esta noche, alabado sea Dios,
Yo estoy muy por encima
de todo eso.

Esta noche
Soy un cantor bohemio:
          Mi voz está desnuda, sin ningún artificio.
Soy una voz que canta para ti
          Una canción que nunca escucharás.

Nieva en la noche.
           Y tú, a las puertas de Madrid,
           Enfrentas un ejército de viles,
           Que arrasa con todo lo más bello que tenemos:
La esperanza, la nostalgia, la libertad, los niños.

Nieva en la noche.
Quizás tú tengas frío,
            con esos pies mojados...

Nieva.
Y, mientras pienso en ti,
           En este mismo instante,
           Puede una bala atravesarte el pecho.
Y entonces sí... ¡qué nieve, ni qué viento!

Nieva
Tú, que a las puertas de Madrid, dices No pasarán,
Antes de eso, sin duda, ya tenías experiencia.
¿Quién eras tú, qué hacías, desde dónde venías?
Tal vez llegaste de las minas de Asturias.
Tal vez sobre tu frente una venda sangrienta
Cubre la herida recibida allá, en el Norte.
Tal vez de tu fusil
Partió la última bala
Cuando los junkers incendiaban Bilbao.
O tal vez eras un obrero agrícola
De la hacienda de un tal conde Fernando.
O tenías un puesto, en la Puerta del Sol,
Donde vendías frutas de vivos colores españoles.
Tal vez no tuviste un oficio manual.
Tal vez tenías una hermosa voz.
Tal vez fuiste estudiante, de derecho o de filosofía,
Y tus libros quedaron bajo la oruga de los tanques itálicos.
Tal vez no crees en el cielo
O sobre el pecho llevas
Una pequeña cruz colgada de una cinta.
¿Quién eres, cómo te llamas, qué edad tienes?
Yo no he visto tu rostro ni lo veré jamás:
Quizás es parecido a los de aquellos
Que a Koltchak[1] derrotaron en Siberia.
Quizás recuerda el rostro de aquel otro que yace
En el campo de Dumlupinar[2]
Es posible que seas el retrato cabal de Robespierre.
Nunca oíste mi nombre ni lo has de oír jamás.
Estamos separados por mares, por montañas, por mi maldito encierro
Y por el Comité de no Intervención.
No puedo ni llegar a tu lado,
Ni mandarte una caja de cartuchos,
   algunos huevos frescos,
                 o un par de medias gruesas.
Y, sin embargo, no ignoro que tus pies,
Plantados a las puertas de Madrid,
Tienen frío como niños desnudos.
Y también sé
    que todo lo que hay grande y hermoso,
Todo lo que, mañana, el hombre encontrará grande y hermoso,
Es decir, eso de que mi alma está nostálgica,
Ríe en los ojos de mi centinela, delante de Madrid,
Y que ayer y mañana, lo mismo que esta noche,
Yo nada podría hacer más que quererlo.
Nazim Hikmet (1938)

[1] Marino contrarevolucionario ruso (1874-1920). (N. del E.)
[2] Batalla de la guerra greco-turca en 1922. (N. del E.)



 

Sobre la vida


No es chacota la vida.
La tomarás en serio,
Como lo hace la ardilla, por ejemplo,
Sin esperar ayuda ni de aquí ni de allá.
Tu más serio quehacer será vivir.

No es chacota la vida.
La tomarás en serio,
Pero en serio a  tal punto
Que, puesto contra un muro, por ejemplo,
Con las manos atadas,
O en un laboratorio,
De guardapolvo blanco y con grandes anteojos,
Tú morirás por que vivan los hombres,
Aun aquellos hombres
Cuyo rostro ni siquiera conoces.
Y morirás sabiendo, ya sin ninguna duda,
Que nada es más hermoso, más cierto que la vida.

La tomarás en serio,
Pero a tal punto en serio,
Que a los setenta años, por ejemplo,
Plantarás olivares,
No para que les queden a tus hijos,
Sino porque, aunque temas a la muerte,
Ya no creerás en ella,
Puesto que en tu balanza
La vida habrá pesado mucho más.


Nazim Hikmet (1954)
Ambos poemas incluidos en la antología A pesar de todos estos muros. 2011; Ediciones La Llamarada.

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