sábado, 19 de abril de 2014

Yo sabía



Así las cosas: el autodenomidado progresismo anda llenando los despachos de alcahuetes, las calles de represores, las legislaturas de proyectos regresivos. Mientras los porteños sensatos y bienpensantes hacen malabares para demostrar que un Teniente Coronel excarapintada, un exagente del Batallón 601 reconvertido en capanga sindical y un Comandante de Ejército salpicado de sangre de desaparecidos son gente confiable, comprometida con los derechos humanos y desvelados por un mundo justo, pasa otro año sin Walter.

Sí. Walter cumple hoy otro año más de asesinado impune; ya tiene más así que los que tenía cuando lo apalearon en una comisaría hasta causarle heridas de muerte. Parece mentira, pero sí.
(Parece que ahí anda todavía, en los últimos bancos del aula de 5º año del Rivadavia, que todavía es el Nacional. Los otros pibes aún no llevamos su cara tatuada en algún lugar entre ambas sienes, o dibujada toscamente en una bandera que pide justicia.)


***



Walter



¿En qué se piensa desde un calabozo

de tres por tres a los diecisiete?

¿Con qué se llena esa inmensidad

si sólo hay para repartir menos de dos años

por cada metro?



¿Se piensa o simplemente

es el miedo el que manda,

como es el taquero el que manda,

cuando ganan el olor a meo y

las ganas de sumar el propio vómito a otros tantos?

(Ningún rock para los dientes:

el bastón es el que suena en la reja,

los astros están lejos y no escuchan,

y en los camarines no se siente

el olor del miedo en una celda donde

el taquero es el único que manda esta noche.)



¿Cómo sonaría

en los seis metros de cuerda de una viola

el chirrido de la razzia,

el cuerpo adolescente

que cruje si recibe bastonazos?



(En la celda, el miedo atraviesa los barrotes,

y es el único que puede hacerlo. En la celda

piden un médico que llega tarde.

En la celda no se sabe que tu cara va

derecho a una bandera, que tu cuerpo no se escapa

de ser botín de morgue, que ya nunca

habrá otra madrugada con sol allá por Bonzi.)



¿Cómo suena tu cara de diecisiete

congelados que miran desde mi remera

al piberío; tu cara que no vi en el escenario;

tu cara que nunca cambia y va en mi bandera y va

en las calles, donde otros pibes

sí te cantamos sin rebusque

ni fuegos de artificio?







Sí, Walter.



Yo sabía.

Mariano Garrido


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