Así las cosas: el autodenomidado progresismo anda llenando los despachos de alcahuetes, las calles de represores, las legislaturas de proyectos regresivos. Mientras los porteños sensatos y bienpensantes hacen malabares para demostrar que un Teniente Coronel excarapintada, un exagente del Batallón 601 reconvertido en capanga sindical y un Comandante de Ejército salpicado de sangre de desaparecidos son gente confiable, comprometida con los derechos humanos y desvelados por un mundo justo, pasa otro año sin Walter.
Sí. Walter cumple hoy otro año más de asesinado impune; ya tiene más así que los que tenía cuando lo apalearon en una comisaría hasta causarle heridas de muerte. Parece mentira, pero sí.
(Parece que ahí anda todavía, en los últimos bancos del aula de 5º año del Rivadavia, que todavía es el Nacional. Los otros pibes aún no llevamos su cara tatuada en algún lugar entre ambas sienes, o dibujada toscamente en una bandera que pide justicia.)
***
Walter
¿En qué
se piensa desde un calabozo
de tres
por tres a los diecisiete?
¿Con
qué se llena esa inmensidad
si sólo
hay para repartir menos de dos años
por
cada metro?
¿Se
piensa o simplemente
es el
miedo el que manda,
como es
el taquero el que manda,
cuando
ganan el olor a meo y
las
ganas de sumar el propio vómito a otros tantos?
(Ningún
rock para los dientes:
el bastón
es el que suena en la reja,
los
astros están lejos y no escuchan,
y en
los camarines no se siente
el olor
del miedo en una celda donde
el taquero
es el único que manda esta noche.)
¿Cómo sonaría
en los
seis metros de cuerda de una viola
el
chirrido de la razzia,
el
cuerpo adolescente
que cruje
si recibe bastonazos?
(En la
celda, el miedo atraviesa los barrotes,
y es el
único que puede hacerlo. En la celda
piden
un médico que llega tarde.
En la
celda no se sabe que tu cara va
derecho
a una bandera, que tu cuerpo no se escapa
de ser
botín de morgue, que ya nunca
habrá
otra madrugada con sol allá por Bonzi.)
¿Cómo
suena tu cara de diecisiete
congelados
que miran desde mi remera
al
piberío; tu cara que no vi en el escenario;
tu cara
que nunca cambia y va en mi bandera y va
en las
calles, donde otros pibes
sí te
cantamos sin rebusque
ni
fuegos de artificio?
Sí,
Walter.
Yo
sabía.
Mariano Garrido