miércoles, 22 de mayo de 2013

Cuando los amos despiden a sus Héroes (y el pueblo recuerda algunas enseñanzas)


Jorge Rafael Videla junto a Jorge Zorreguieta.
El dictador y el terrateniente, padre de la reina de Holanda 
y ex funcionario de la dictadura, desfilando en La Rural, 1976.

Un Héroe de la Patria, con mayúsculas apócrifas pero siempre dispuestas; un Prohombre de esa Patria ajena a la nuestra. Uno de esos milicotes de carrera y bigotazos, emponchados siempre en la bandera argentina (a la par que entrenados por gringos), de infatigable presencia en misa (y de crueldades indecibles dentro del cuartel). Un Héroe para Patricios, Capellanes, Capitanes de la Industria, Cajetillas con olor a perfume importado de sus queridas o a bosta criolla de sus estancias; Héroe con Mayúsculas puestas en letra de molde por Cagatintas a sueldo, por Plumíferos de editoriales pagos por metro cuadrado en formato tabloide. Un Héroe para todos aquellos que odian a todo lo que trasunte a pueblo, a todo lo que porte mangas de camisa.
Un Héroe de esos que mandan a empalar a un pibe de catorce años, a picanear una embarazada y robarle su criatura y rematarla. Un Héroe para el Ejército Argentino (héroe minúsculo y tercerizado o  part-time para el Pentágiono). Un Héroe: macho para cazar comunistas (si están desarmados, se muestra más valiente); para ejecutar prisioneros (si están amarrados, que sea con doble nudo por las dudas). Ése es el que despide, con inconfesable nostalgia por los servicios prestados, la burguesía criolla; ese mismo, que se apellidaba Videla. Ése es al que cierto progresismo no se anima a escupir en su ataúd, por tributo a alguna reminiscencia cristiana que indicaría que se le debe respeto en muerte a quien se dedicó a ensombrecer la tierra mientras vivía: un Héroe, cuya batalla final y tal vez más osada fue contra el resbaladizo suelo de una bañadera.  
En el Panteón, Videla espera, del otro lado, a sus socios vivos y activos. Finó en una penitenciaría, y no es poco (y siempre se deberá menos a gestos oficiales que a laucha popular). Pero lo hizo tardíamente, y sin soltar palabra acerca del destino de centenares de bebés robados, sin dar pistas acerca de dónde ordenó desparramar los huesos de Walsh, de Santucho, de Conti. Sobre el crimen de este último, hay quien puede dar testimonio aún. En estos días ha sido detenido otro camarada de armas del difunto geronte homicida. Rubén Bufano, libre hasta hace unas horas y al servicio de la multinacional Barrick Gold en seguridad, nada menos. Ex agente del Batallón 601, ex miembro de la patota que secuestró a Haroldo Conti, arrancándolo desarmado de su hogar una fría noche de mayo del 76. Bufano: ayer secuestrador, hoy espía de ambientalistas. Él también es despedido, en otro sentido. La empresa a la que le brindó sus servicios niega ahora su vínculo comercial y político con el genocida.
Videla, Bufano. Héroes; así, con Mayúscula apócrifa pero infaltable. Al servicio de la oligarquía, ayer y hoy; de las multinacionales, ayer y hoy.
Las empresas que apuestan al país, despiden a sus Servidores. Saludan desde lo alto y oculto de alguna torre comercial con algún pañuelo la partida de uno, agradecen la lealtad en el desempeño de su labor hasta hace minutos al otro, para el que ya están buscando relevo.


De este lado, sin una sola mayúscula, Julio Huasi evoca la justicia del poema. En tiempos de conmiseración políticamente correcta ante el hediondo cadáver de un verdugo, nos recuerda como hicieran tantos otros, que a los crucificadores es preciso cortarles las manos.
Hora de la justicia poética. Pero sabiendo que es precisa la justicia, también, más allá de la poesía. Hora de recordar algunas enseñanzas.


 ***

entrenamiento



prepárate para lo peor si quieres acostarte con la libertad,
prepárate incluso a tenderte con ella bajo la tierra si la amas,
si quieres un pan sin cuervos preestablecidos en tu boca,
un vino sin pobres ahorcados en el vaso, una cuchara
sin aullidos de niños muertos, sus vientres como cópulas
de observatorios con los mil ojos prensados del hambre,
una cama sin futuros esclavos entre las cuatro piernas,
un invierno sin lágrimas por techo, una almohada sin viudas
sepultando en su seno noche a noche los agujeros de sus difuntos,
aprende entonces a artillar en la tinieblas, parar la bala,
para desclavar tu cristo primero cortarás las manos de los
crucificadores prontos siempre a reponer y remachar tu figurita en escarmiento,
si una patria sin boas, si una américa tuya, un planeta rodando sobre los besos,
arrancarás las armas a tus antiguos bebedores, tal es el dilema,
muérelos antes que te mueran porque ellos no vacilarán,
no te cubras con paraguas ilusos, te lloverá tu propia sangre en vano,
ponle gatillo a tus testículos, tus senos, dispáralos
como ráfagas de bolívares macho y hembra, prepárate,
desde ya a ser un hombre si es que quieres ser un hombre,
tu ira especialmente requiere una técnica superior, luz estratégica,
átate a los tuyos con las venas, despierta tus colmillos para vencer
al lobo, si quieres montar el sol has de quemarte en pelo,
ningún cordero se salvó balando.

Julio Huasi;
en Asesinaciones, 1981




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