“Estamos ante la paradoja de una poética que se ha llenado de palabras para vaciarse de mundo, por ejemplo: la sombra de tus ojos en mi espalda negada/ voluntad del deseo para el agua/ eterna la noche en cavidades lúgubres… Bueno, así podemos seguir hasta el lunes. Identidad irreconocible. Superfluo, fabricado; por lo tanto, artificial... La desaparición del contexto. Tal vez se lleguen a vender poemas con franquicia.”
Esto decía el poeta en una entrevista a un medio digital, hace un par de años. Hace una semana, días más, días menos, contaba sobre su exilio y leía poemas suyos y de Santoro en un acto callejero frente a un ex Centro Clandestino de Detención. Porque mejor que los feriados son los días en los que se ganan las calles; porque mejor que la solemnidad de los homenajes son los recuerdos de la lucha. Y mejor que los recuerdos y lecturas de poetas luchadores, la lucha misma. Por eso, en tiempos de recuerdo institucionalizado, Cedrón lee sus versos sin estridencias; sacudiendo a la memoria, saludando al día, embarrándose de mundo, ridiculizando a policías.
Justo en marzo, justo frente al "Olimpo". Justo cuando se ponían insistentes los agentes de la ley que pretendían suspender ese desautorizado acto, y que -no hay caso- no se conmueven con la poesía.
***
(Sin título)
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto es inasible.
Pero (aunque suene mal) daría la vida
por diez lugares suyos, cierta gente...
José Emilio Pacheco; (En el poema "Alta traición")
Bajo tiempos difíciles y noches cerradas
te he soñado. Fui un impostor de luz para esa claridad que no toleras.
Tu anuncio es invisible como el amor que llevas
y que traes de mi piel. Y no te reconozco
más que en viejas traiciones.
Lo digo sin pedirte perdón, sin pedir nada.
Y sin embargo duele.
No podría desear la salvación sin vida. Ese poder.
Y también, sin embargo, no oculto lo invisible
del cómplice que traigo. Fantasmas que nos diste
para estrechar tu vieja geografía
de mártires y sombras.
El gesto recorrido con la misma mirada acorralada
vacila hoy como un ciego, en el cordón de un país desconocido.
te he soñado. Fui un impostor de luz para esa claridad que no toleras.
Tu anuncio es invisible como el amor que llevas
y que traes de mi piel. Y no te reconozco
más que en viejas traiciones.
Lo digo sin pedirte perdón, sin pedir nada.
Y sin embargo duele.
No podría desear la salvación sin vida. Ese poder.
Y también, sin embargo, no oculto lo invisible
del cómplice que traigo. Fantasmas que nos diste
para estrechar tu vieja geografía
de mártires y sombras.
El gesto recorrido con la misma mirada acorralada
vacila hoy como un ciego, en el cordón de un país desconocido.
José Antonio Cedrón
(De Actas; 1986)