Nota: no olvidarse nunca. El fascismo y el nazismo existen.
Podemos escribir impertinentes citas del latín y sus derivados, o regodearnos en devaneos, cómodas disquisiciones sin salir del estudio alfombrado y el salón mullido; podemos apostar a la pirueta sintáctica como toda osadía. Mientras, afuera sigue estando el mundo, con sus cosas. Por ejemplo, con el fascismo. El fascismo y el nazismo, la cara del sistema detrás de la cara del sistema, que siempre está a mano cuando la amenaza de cambio late. Nada peor que un burgués asustado, dice el refrán. Y nada peor que el fascismo y el nazismo enseñando los dientes, incluso cuando la amenaza de cambio no es siquiera eso, amenaza.
Sí; el nazismo existió y es aún un recuerdo malo. Y no solamente por lo que fue. Malo por lo que es: por las palizas impunes a inmigrantes hoy; por el imperio que asesina niños en Irak o Colombia esta misma tarde; por las leyes xenófobas europeas de hace minutos; por la derecha ensoberbecida con aroma campero de esta semana.
Primo Levi, poeta e historiador involuntario que sobrevivió a los campos del nazismo, nos recordaba el horror aquél para que no hubiera ningún otro. No prosperó del todo su intento.
Nota: no olvidarse nunca.
Nunca.
***
Si esto es un hombre
Los que vivís seguros
En vuestras casas caldeadas
Los que os encontráis, al volver por la tarde,
La comida caliente y los rostros amigos:
Considerad si es un hombre
Quien trabaja en el fango
Quien no conoce la paz
Quien lucha por la mitad de un panecillo
Quien muere por un sí o por un no.
Considerad si es una mujer
Quien no tiene cabellos ni nombre
Ni fuerzas para recordarlo
Vacía la mirada y frío el regazo
Como una rana invernal
Pensad que esto ha sucedido:
Os encomiendo estas palabras.
Grabadlas en vuestros corazones
Al estar en casa, al ir por la calle,
Al acostaros, al levantaros;
Repetídselas a vuestros hijos.
O que vuestra casa se derrumbe,
La enfermedad os imposibilite,
Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.
Los que vivís seguros
En vuestras casas caldeadas
Los que os encontráis, al volver por la tarde,
La comida caliente y los rostros amigos:
Considerad si es un hombre
Quien trabaja en el fango
Quien no conoce la paz
Quien lucha por la mitad de un panecillo
Quien muere por un sí o por un no.
Considerad si es una mujer
Quien no tiene cabellos ni nombre
Ni fuerzas para recordarlo
Vacía la mirada y frío el regazo
Como una rana invernal
Pensad que esto ha sucedido:
Os encomiendo estas palabras.
Grabadlas en vuestros corazones
Al estar en casa, al ir por la calle,
Al acostaros, al levantaros;
Repetídselas a vuestros hijos.
O que vuestra casa se derrumbe,
La enfermedad os imposibilite,
Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.
Primo Levi
(En Si esto es un hombre; 1947)