En 1812,
hace unos doscientos cinco años, algunos patriotas se organizaban secretamente
para pelear por la emancipación americana. Entre ellos estaba un hombre de unos treinta y tantos años, José de San Martín. El nombre que eligieron para su logia
clandestina fue el de un cacique araucano: Lautaro. Lautaro, el mismo que puso
fin a los días de Valdivia, el conquistador. Un antepasado de aquellos mapuches
que hoy, también en nombre de la patria (no la nuestra), la oligarquía quiere
exterminar.
En el
vértice opuesto a la lucha por la emancipación americana, que incluyó y sigue
incluyendo a los pueblos originarios como sujetos, en nuestros días brotan
desde los desagües de la historia argumentos que, como es esperable, huelen a
podrido. Embebiendo sus plumas el agua estancada intelectual y moralmente de
donde emergen, los escribas y cagatintas al servicio del pagador de turno
desparraman su periodismo cloacal. Señalan con dedo acusador al pueblo mapuche por
ser “ajeno a nuestra patria”, nos dicen. Los defensores de oficio o rentados de
los Benetton o Lewis, pero también de los Braun Menéndez o Anchorena, condenan la
justa rebeldía mapuche, la de quienes no se resignan a morir en la miseria y
reclaman un puñado de tierra. Hoy, las fuerzas represivas herederas de la “Pacificación
de la Araucanía” en Chile, o de la “Conquista del Desierto” en Argentina,
desaparecen a un joven militante en la Patagonia, salen a cazar a tiros a
pobladores originarios, queman sus rucas a plena luz del día.
Mientras
nos seguimos preguntando dónde está Santiago Maldonado y exigimos su aparición
con vida; mientras condenamos a los ministros de la miseria que, cada vez más,
tienen sus manos retintas en sangre, tomemos la voz de aquellos valles donde
desde hace siglos un pueblo pelea con valentía por su lugar en esta tierra.
***
Aún deseo
soñar en este valle
Las
lluvias tocan las cuerdas
de su
aire
y,
arriba, es el coro que lanza
el sonido
de la fertilidad
Muchos
animales hubo -va diciendo
montes,
lagos, aves buenas palabras
Avanzo
con los ojos cerrados:
Veo, en
mí, al anciano
que
esperando el regreso
de las
mariposas
habita
los días de su infancia
No me
preguntes la edad -me dice
y estaré
contento
¿para qué
pronunciar lo que
no
existe?
En la
energía de la memoria
la Tierra
vive
y en ella
la sangre de los
Antepasados
¿Comprenderás,
comprenderás
por qué
-dice
aún deseo
soñar en este Valle?
Petu kvpa
pewmalen tvfachi Mapu mew
Mawvn
nvtrvgkvnutufi kvrvf
ñi trarin
ka, wenu,
ti fvtra vl tripayzugun
fillem ñi
feypiley ñi neal choyvn
Mvlewma
fentren kulliñ -pilerpuy
mawizantu,
pichike lafken
vñvm kvme
zugu
Umerkvlen
amun:
Iñche ñi
pewi mu, kiñe fvcha
kizu vgvm
ñi wiñomeal ti
pu
llampvzkeñ
ñi
pichike gemun tremkvlen
antv mew
Ramtukenueli
tunten tripantv
ñi nien
pienew fey mu
ayvwkvlean
Chumael
tukulpageafuy ti genolu?
Ñi newen
tukulpan mew mogeley
ta Mapu
ka fey mu
mvley taiñ Kuyfikeche
tañi
mollfvñ
Kimaymi,
kimaymi, chumgelu -feypi
petu kvpa
pewmalelfun tvfachi
Mapu mew?
Elicura Chihuailaf;
en De sueños azules y contrasueños, 1995-2000
Disponible aquí.