miércoles, 9 de agosto de 2017

Destierro y desaparición: la voz rebelde del valle no apaga su eco






En 1812, hace unos doscientos cinco años, algunos patriotas se organizaban secretamente para pelear por la emancipación americana. Entre ellos estaba un hombre de unos treinta y tantos años, José de San Martín. El nombre que eligieron para su logia clandestina fue el de un cacique araucano: Lautaro. Lautaro, el mismo que puso fin a los días de Valdivia, el conquistador. Un antepasado de aquellos mapuches que hoy, también en nombre de la patria (no la nuestra), la oligarquía quiere exterminar.
En el vértice opuesto a la lucha por la emancipación americana, que incluyó y sigue incluyendo a los pueblos originarios como sujetos, en nuestros días brotan desde los desagües de la historia argumentos que, como es esperable, huelen a podrido. Embebiendo sus plumas el agua estancada intelectual y moralmente de donde emergen, los escribas y cagatintas al servicio del pagador de turno desparraman su periodismo cloacal. Señalan con dedo acusador al pueblo mapuche por ser “ajeno a nuestra patria”, nos dicen. Los defensores de oficio o rentados de los Benetton o Lewis, pero también de los Braun Menéndez o Anchorena, condenan la justa rebeldía mapuche, la de quienes no se resignan a morir en la miseria y reclaman un puñado de tierra. Hoy, las fuerzas represivas herederas de la “Pacificación de la Araucanía” en Chile, o de la “Conquista del Desierto” en Argentina, desaparecen a un joven militante en la Patagonia, salen a cazar a tiros a pobladores originarios, queman sus rucas a plena luz del día.
Mientras nos seguimos preguntando dónde está Santiago Maldonado y exigimos su aparición con vida; mientras condenamos a los ministros de la miseria que, cada vez más, tienen sus manos retintas en sangre, tomemos la voz de aquellos valles donde desde hace siglos un pueblo pelea con valentía por su lugar en esta tierra.
     
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Aún deseo soñar en este valle

Las lluvias tocan las cuerdas
de su aire
y, arriba, es el coro que lanza
el sonido de la fertilidad
Muchos animales hubo -va diciendo
montes, lagos, aves buenas palabras
Avanzo con los ojos cerrados:
Veo, en mí, al anciano
que esperando el regreso
de las mariposas
habita los días de su infancia
No me preguntes la edad -me dice
y estaré contento
¿para qué pronunciar lo que
no existe?
En la energía de la memoria
la Tierra vive
y en ella la sangre de los
Antepasados
¿Comprenderás, comprenderás
por qué -dice
aún deseo soñar en este Valle?


Petu kvpa pewmalen tvfachi Mapu mew

Mawvn nvtrvgkvnutufi kvrvf
ñi trarin
ka, wenu, ti fvtra vl tripayzugun
fillem ñi feypiley ñi neal choyvn
Mvlewma fentren kulliñ -pilerpuy
mawizantu, pichike lafken
vñvm kvme zugu
Umerkvlen amun:
Iñche ñi pewi mu, kiñe fvcha
kizu vgvm ñi wiñomeal ti
pu llampvzkeñ
ñi pichike gemun tremkvlen
antv mew
Ramtukenueli tunten tripantv
ñi nien pienew fey mu
ayvwkvlean
Chumael tukulpageafuy ti genolu?
Ñi newen tukulpan mew mogeley
ta Mapu
ka fey mu mvley taiñ Kuyfikeche
tañi mollfvñ
Kimaymi, kimaymi, chumgelu -feypi
petu kvpa pewmalelfun tvfachi
Mapu mew? 


Elicura Chihuailaf;

en De sueños azules y contrasueños, 1995-2000

Disponible aquí.

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