Jorge Enrique. Entre vanguardistas y poetas traspapelados de pueblo; entre Rilke y Neruda; entre Europa y Cuba; Entre Marx y una mujer desnuda. Entre Cortázar y lo demás.
Poeta sin versillos anestésicos, ni convenientes desmemorias. Pero sutil cuando cabe la sutileza.
Poeta sin versillos anestésicos, ni convenientes desmemorias. Pero sutil cuando cabe la sutileza.
Primer Premio Casa de las Américas en su primera edición, allá cuando Cuba espantaba a más de cuatro, convenientemente amistosos luego. Siempre en medio: metido donde hay que estar metido, aunque duela, aunque suene raro, aunque salpique.
Jorge Enrique, que partió hace poquito. En Ecuador: entre sur y norte.
***
Historia
Al comienzo, la patria
fue una gran página en blanco:
la arena, el mar, la superficie,
la sombra verde, la tinta
con que manchó el invierno la sabana.
Pero de pronto, sin que nada
pudiera detenerlo, hay un hombre
conduciendo a su familia por los márgenes,
entra, cae y escala hasta el renglón
ecuatorial buscando vida.
Yo vengo desde allí: desayuné con ellos
en la primera mañana de mi pueblo,
construimos sembríos contra el hambre,
un río de cereal llevamos a la harina
y supimos las leyes del agua y de la luna.
De la segunda página hasta hoy día
no hay sino violencia. Desde
el segundo día no hubo día
en que no nos robaran la casa
y el maíz y ocuparan la tierra
que amé como a una isla de ternura.
Pero mañana (mucho antes
de lo que habíamos pensado)
echaré al invasor y llamaré a mi hermano
e iremos juntos hasta la geografía
-el dulce arroz, la recua del petróleo-
y le diré: Señora, buenos días,
aquí estamos después de tantos siglos
a cobrar juntas todas las gavillas,
a contar si están justos los quilates
y a saber cuánta tierra nos queda todavía.
Jorge Enrique Adoum
(De Relato del extranjero; 1955)
Jorge Enrique, que partió hace poquito. En Ecuador: entre sur y norte.
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Historia
Al comienzo, la patria
fue una gran página en blanco:
la arena, el mar, la superficie,
la sombra verde, la tinta
con que manchó el invierno la sabana.
Pero de pronto, sin que nada
pudiera detenerlo, hay un hombre
conduciendo a su familia por los márgenes,
entra, cae y escala hasta el renglón
ecuatorial buscando vida.
Yo vengo desde allí: desayuné con ellos
en la primera mañana de mi pueblo,
construimos sembríos contra el hambre,
un río de cereal llevamos a la harina
y supimos las leyes del agua y de la luna.
De la segunda página hasta hoy día
no hay sino violencia. Desde
el segundo día no hubo día
en que no nos robaran la casa
y el maíz y ocuparan la tierra
que amé como a una isla de ternura.
Pero mañana (mucho antes
de lo que habíamos pensado)
echaré al invasor y llamaré a mi hermano
e iremos juntos hasta la geografía
-el dulce arroz, la recua del petróleo-
y le diré: Señora, buenos días,
aquí estamos después de tantos siglos
a cobrar juntas todas las gavillas,
a contar si están justos los quilates
y a saber cuánta tierra nos queda todavía.
Jorge Enrique Adoum
(De Relato del extranjero; 1955)