León Felipe escribe. Escribe una poesía que se define a sí misma; no como anestesia, ni como refinado ejercicio gramatical, ni como ambiguo trapecismo erudito. León Felipe, lejos de las modas, cerca de la poesía concebida como palabra que dice, dice mucho. Será por eso que cincuenta y tantos años después de echados a rodar, estos versos tienen tanto que decir; será por eso que tanto cascarón y hojarasca que poetas prohijados por revistas de elite desparraman en sus exclusivas ediciones ya prescribió antes de ser leído.
Que canten entonces quienes, por suerte, tienen aún cosas por decir. O, como este caso, que rujan o blasfemen.
***
Como un pulgón
Yo no puedo tener un verso dulce
que anestesie el llanto de los niños
y mueva suavemente las hamacas como una brisa esclava.
Porque yo no he venido aquí a hacer dormir a nadie.
Además... esa tempestad ¿quién la detiene?
¡Eh, tú varón confiado que dormitas!
Levántate, recoge tus zapatos y prosigue...
Porque yo no he venido aquí a hacer dormir a nadie.
Hacia las cumbres trepan los dioses
extenuados buscando un resplandor.
Y aquí voy yo con ellos,
entre el sudor y el polvo de sus inmensos pies descalzos,
aquí voy yo con ellos, atropellado y sacudido
pero agarrándome a sus plantas como las
pinzas de un insecto, clavándome en su carne,
hundiéndome en su sangre
como un pulgón,
como una nigua... maldiciendo, blasfemando...
Porque yo no he venido aquí a hacer dormir a nadie:
ni a los niños
ni a los hombres
ni a los dioses.
León Felipe(De Versos y blasfemias de caminante; 1950)
Yo no puedo tener un verso dulce
que anestesie el llanto de los niños
y mueva suavemente las hamacas como una brisa esclava.
Porque yo no he venido aquí a hacer dormir a nadie.
Además... esa tempestad ¿quién la detiene?
¡Eh, tú varón confiado que dormitas!
Levántate, recoge tus zapatos y prosigue...
Porque yo no he venido aquí a hacer dormir a nadie.
Hacia las cumbres trepan los dioses
extenuados buscando un resplandor.
Y aquí voy yo con ellos,
entre el sudor y el polvo de sus inmensos pies descalzos,
aquí voy yo con ellos, atropellado y sacudido
pero agarrándome a sus plantas como las
pinzas de un insecto, clavándome en su carne,
hundiéndome en su sangre
como un pulgón,
como una nigua... maldiciendo, blasfemando...
Porque yo no he venido aquí a hacer dormir a nadie:
ni a los niños
ni a los hombres
ni a los dioses.
León Felipe(De Versos y blasfemias de caminante; 1950)